martes, 5 de febrero de 2008

Frío

La volví a ver hace poco, en un parque. Ella empujaba un carrito de bebé y otro niño, de unos cuatro años, corría a su lado. Pensé que de algún modo ella había conseguido cumplir las promesas que le habría hecho a algún otro. Y recordé aquella vez que me habló de un novio que tuvo su madre que, años después, al encontrarla casada y con una hija, sólo supo decir, con tono lastimero: "esta niña podría haber sido nuestra". Yo no quise ser ese hombre, así que no dije nada. Nos saludamos como dos viejos amigos y hablamos superficialmente del pasado. ¿Has vuelto a ver a Pablo, qué habrá sido de él? ¿Recuerdas aquella vez en el cine de verano, que empezó a diluviar? Llevabas aquella falda que tanto me gustaba. Estábamos convencidos de que íbamos a cambiar el mundo, ¿te acuerdas? Qué ingenuos éramos. E íbamos a estar siempre juntos, pero esto último no lo mencioné. Luego se marchó a casa, se hacía tarde, los niños tenían que merendar. Yo me quedé un rato más en el parque, sentado en un banco, con una congoja que pensaba que me iba a matar, diciéndome que sin duda oscurece demasiado pronto en invierno.

No hay comentarios: