El domingo por la noche estaba pensando en suicidarme, pero el lunes por la mañana me encontraba extrañamente feliz. Iba por la calle sonriendo a todo el mundo y me daban ganas de pararme a hablar con la gente, consolar al débil, alimentar al hambriento y besar a todas las mujeres (bueno, esto último era normal). El lobo estepario (o la ardilla) siendo amistoso. Y además gratis.
Acabé yendo por la tarde a ver a Alba, que los dioses estaban de mi parte, pero misteriosamente no me prometió amor eterno ni oferta equivalente.
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