lunes, 4 de abril de 2005

Tras la masacre. Una crítica

(Publicado originalmente en El Otro Diario)

Llega a nuestras pantallas la nueva producción de la FAES precedida de la pertinente polémica de todo taquillazo. Este crítico, que se ha criado mamando de las tetas de Bergman (Ingmar, por desgracia) y Truffaut, puede declarar, y sin haber cobrado nada, como siempre, que nos encontramos posiblemente ante el primer paso para acabar con la crisis del cine patrio. ¿Podemos hablar de la “Nouvelle vague” a la española? Podemos y es nuestro deber como españoles.

El argumento del cortometraje (puesto que se trata de un corto, ya que lo bueno si breve es dos veces bueno) es sencillo: una organización criminal, como la Spectra de las películas de James Bond, conocida como la Izquierda, pretende derrocar al gobierno con la ayuda de unos terroristas islámicos que a su vez reciben ayuda de otra organización criminal: la ETA. Sólo un hombre se interpone ante estos criminales, como Clint Eastwood en tantas películas: José María Aznar, el héroe del film. Después de unos cuantos circunloquios y giros argumentales totalmente inesperados, la película concluye de forma que sugiere la posibilidad de secuelas en el futuro (y no sólo mentales).

Pasando a detalles más técnicos, y por criticar algo de esta obra maestra, podríamos afirmar con la boca pequeña que se abusa de la voz en off, que es el recurso más fácil a la hora de explicar cualquier cosa, algo que se aprecia en mencionar “la Izquierda” cada vez que aparece en pantalla un elemento subversivo de dicha organización, situación que podía haberse resuelto más de una vez con un simple subtitulado y otras veces directamente no hacía falta al tratarse de algún personaje previamente aludido como perteneciente a ella. Aplaudimos el uso del eco cuando hablan los dirigentes de la Izquierda, forma sutil de expresar que o bien hablan desde el Infierno o bien se ocultan en cuevas como Bin Laden, el malo malísimo por antonomasia que por desgracia no aparece en esta peli (bueno, tal vez haga un breve cameo que este cronista no ha advertido por la falta de sueño). Por otra parte, se aprecia un extraño lirismo más propio de una película oriental que de una producción nacional, como lo demuestra el uso reiterativo del mantra “pásalo”, que es una constante durante todo el metraje, casi podríamos decir que es el leitmotiv de la película: “pásalo”, “pásalo”, “pásalo”. Aprecien cómo la palabra es acariciada por los labios, por la lengua. Es el elemento erótico del film, sin duda.

En resumen, la película del año. Pásalo.

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