lunes, 31 de mayo de 2004

Filosofía sexual

Sexo. Tan sólo oír la palabra se escuchan cremalleras bajando en lontananza. Se ha escrito mucho sobre sexo, mucho más de lo que se ha practicado, y no voy a decir que esté hablando de mí, aunque lo estoy haciendo. Ya los antiguos hablaban sobre sexo. Nadie sabe lo que dijeron, pero se sabe que hablaban sobre él, ya que estamos aquí (si obviamos la teoría que defiende que los hijos los traen los enlaces sindicales, claro, pero yo soy un romántico y prefiero creer en el sexo). Es más, por alguna extraña razón, mi código genético ha conseguido llegar hasta mí, lo cual demuestra que es posible que cada generación sea peor que la anterior.

Posiblemente fue Kant quien primero habló del sexo en profundidad. En primer lugar estudió el cortejo previo a toda relación sexual razonablemente económica. De sus experiencias en una cervecería de Konigsberg concluyó “es sencillo convencer a una chica de que ontológicamente mi falta de atractivo sólo existe en la imaginación, sobre todo a partir de la quinta cerveza”. Sobre el sexo en sí nos dejó los dos famosos aforismos kantianos tan criticados por la Iglesia:

- No es recomendable gritar con sorpresa “dios, es increíble, tiene mi pene en la boca, por fin lo he conseguido” cuando te están practicando una felación.
- Las mujeres consideran un signo de debilidad que, cuando te digan, desnudas y anhelantes sobre la cama, “fóllame”, te gires para comprobar si hay alguien más en la habitación. Por norma general te lo están diciendo a ti.

Posteriormente Schopenhauer continuó el trabajo de Kant que éste había dejado inconcluso al fallecer en extrañas circunstancias que sólo se pueden achacar a la sífilis. El estudio pretendía demostrar que no sólo no es perjudicial que un hombre de mediana edad practique el sexo a diario con hermosas jóvenes, sino que además es saludable, pero por desgracia tuvo que ser cancelado debido a la ausencia de candidatas aceptables y la insistencia de las Hermanas Septuagenarias de la Caridad en sacrificarse en aras de la ciencia.

En la obra de Sartre se encuentran pocas referencias al sexo, pero en una entrevista que concedió a la revista “Camioneros de hoy”, relata una experiencia reveladora: En cierta ocasión, después de hacer el amor con Simone de Beauvoir, y estando juntos en la cama fumando un cigarrillo, comencé a disertar acerca de lo que podría representar el bigote de Hitler en una sociedad primitiva sin concursos televisivos, lo que motivó que Simone preguntara, al parecer un tanto enfadada: “¿Acaso hacer el amor conmigo te recuerda a Hitler?” Yo, en un alarde de sinceridad, dije “no, sólo a las cámaras de gas”. Y, bueno, por algún motivo que desconozco estuve una semana sin follar.

Sobre este tema podría estar hablando durante horas (y lamentablemente sólo hablando), pero lo interesante del sexo es practicarlo: con los amigos, en familia, etc. Y si una noche, en un sórdido bar, una rubia impresionante te pregunta si Kant es el portero del Bayern de Munich, tú di que sí.

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