martes, 11 de mayo de 2004

Aventuras en el país de la psicopatía

Lara, la mala (la buena es la gallega), me decía cosas como "tus palabras me transportan a lugares mágicos". Ni que mi prosa fuera una agencia de viajes, pensaba yo.

Hoy estaba tirado en Málaga, sin nada que hacer, después de haberme saltado la clase de filosofía de la mente (y van...), así que pensé, por algún estúpido motivo, que sería buena idea pasarme por el trabajo de mi ex a saludarla. El tiempo era asqueroso y me encontraba acosado por la melancolía, el spleen y la náusea, pero como iba vestido de gala, me dije "venga, que estás guapetón a tu manera".

Como mi sentido de la orientación está bastante desarrollado a causa de perderme continuamente durante 25 años, encontré el lugar al tercer intento. Y lo que me sorprendió fue lo repetitiva que es mi vida, pues se trataba de la misma calle en la que está situada (o ubicada, si lo prefieren) la cafetería que mencionó aquella chica que mostró interés por mí después de que me dejara mi novia. De esta chica supe después que estaba en un psiquiátrico (tal vez no sea cierto, pero es lo que me han contado). En fin, maldije en silencio, por aquello de no llamar la atención, al guionista de mi vida, que siempre repite situaciones, decorados y personajes. Qué aburrimiento, oigan.

Mi ex trabaja en una tienda de fotografía, por si no lo he mencionado (que no lo he hecho). La vi en el escaparate, colocando cosas, lo cual ya me parecía una escena más interesante, parecía que el guionista tenía sus momentos. Pensé en acercarme a saludarla desde el otro lado de la luna (es decir, el escaparate, no el astro), ya que consideré que era una escena muy de Amelié, película que creo va a estar de moda unos pocos años, pero al parecer ella no estaba dispuesta a colaborar, ya que se retiró enseguida. Así que no tuve más remedio que entrar por la puerta, por prosaico que fuese. Nuestra conversación duró unos 30 segundos, después de los cuales dijo algo de irse al mostrador, a lo que yo contesté con un "hasta luego", que, ahora que lo pienso, es posible que no oyera. El caso es que me fui sin más, pero la gente que me conoce ya está acostumbrada a mis excentricidades. Excentricidad es la forma educada de llamar a ciertos comportamientos inaceptables entre personas civilizadas.

Me marché pensando que de mi gran amor sólo me queda una caja de zapatos. Luego, no sé por qué, recordé a Chema diciéndome "estás hecho un dandy". Todas estas repeticiones, estas situaciones aburridas, me empujan al solipsismo militante. Mientras caminaba hacia el cercanías, me decía: "Nada es real, estoy loco. Alba no existe. Ni nadie. Sólo yo y mi falta de imaginación. Porque el guionista pésimo soy yo". Los mismos temas año tras año, los mismos personajes, diálogos, escenas, secuencias, banda sonora; incluso los extras parecen iguales a los del día anterior. Tal vez debería culpar a otro. Como le confesé en cierta ocasión a un amigo: "sí, soy un paranoico, pero la culpa es de los demás".

Y, ahora que lo pienso, la gente que busca "psicopatía" en el google encuentra mi blog. Y es que tengo los lectores que merezco.

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