jueves, 27 de mayo de 2004

Algunas notas sobre el amor

Oh, el amor. Aparte de producir alegría y dolor, el amor es capaz de provocar extrañas reacciones en nosotros. Mi tío Ernesto, por ejemplo, siempre que se enamoraba comenzaba a hablar en polaco, lo cual dificultaba nuestras relaciones con él y las suyas con la chica objeto de su amor, ya que no abandonaba la práctica de ese idioma hasta que conseguía a la chica o le denunciaban por acoso, lo que sucediera antes. Mi madre desaprobaba el modo de vida de mi tío, posiblemente a causa de su idea obsesiva de que un judío dormía debajo de su cama, lo que conducía siempre a disputas familiares que concluían cuando mi padre intercambiaba los pantalones con Ernesto y se encerraba en el armario a recitar “ensalada mixta” hasta que amanecía. Mis padres siempre se reconciliaban porque estaban convencidos de que de esa manera molestaban más al otro.

Dejando a un lado las historias familiares, podemos citar al poeta francés Rienderien, quien, en su obra cumbre “toda tú eres un culito”, describe con inigualable precisión lo que puede hacer el amor con un hombre cuerdo: “tu amor es/ aparte de caro para mis bolsillos/ interesante cuando estás desnuda/ un poco más aburrido cuando estás lejos/ pero siempre eres tú, menos cuando eres otra”. Con estos sencillos versos, el poeta nos recuerda lo difícil que puede ser mantener una relación cuando ésta sólo existe en la fantasía, al mismo tiempo que critica la situación del campesinado ruso.

Desde siempre se ha dicho (o puede que me lo esté inventando ahora) que el amor adopta distintas formas, como Dios o la verdad. Todavía no se ha dado el caso de que el amor se presente como enfermedad fulminante o vendedor de seguros, pero no se descarta que los distintos gobiernos mundiales estén trabajando en ello. Al fin y al cabo, ¿no es el amor un fenómeno social que debería regularizar el Estado? Nuestro amor debería ser mejor, más puro, sincero y fuerte que el de los demás países. Nuestro amor debería ser envidiado en Naciones Unidas. Así, los franceses tendrían más motivos para tirar nuestras fresas de los camiones, pero los amargados serían ellos.

Y es que el amor, se diga lo que se diga, está muy mal repartido. Toda la culpa la tienen las películas y las novelas, que se han encargado de vendernos la pasión, la aventura, el deseo, la locura, como sinónimos del buen amor en vez de defender valores como el aburrimiento junto a un ser anodino como éste que escribe estas acertadas palabras. Pero, en fin, el amor es bueno, y si te ofrecen, compra.

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