sábado, 16 de agosto de 2008
Cine iraní
Era una tarde más en la filmoteca. Apenas había gente, como siempre. La película era iraní. El protagonista era un periodista al que se le moría la mujer, lo que lo empujaba a un suicidio que nunca terminaba de consumar. Era un lento suicidio, como las tardes en la filmoteca. Entre suicidios inconclusos conocía a una chica, estudiante universitaria, con la que iniciaba un romance que, sin embargo, no le quitaba la idea de suicidio de la cabeza, lo que sin duda era injusto, pues la chica bien merecía una vida o dos. Ella a pesar de todo no le reprochaba que siguiera queriendo morir. Un encanto de chica. Finalmente acababan los dos sentados frente al mar, contemplando el Estrecho de Ormuz. Ella le decía: «yo te digo que sí a todo». Él, que ya no confiaba en nada ni nadie, le contestaba: «ya, pero como a los locos». Ella reía y lo besaba con ternura. Él la miraba con incredulidad y luego desviaba la vista al mar. El viento azotaba los cabellos de ambos. Fundido en negro. Títulos de crédito. En la filmoteca encendieron las luces.
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