jueves, 17 de abril de 2008

Recuerdos falsos

Un periódico ofrece a sus lectores una colección de recuerdos falsos, objetos emblemáticos de los últimos treinta años como, por ejemplo, una entrada del concierto que dieron los Rolling Stones en 1982 en el estadio Vicente Calderón. Este mercadeo de recuerdos impostados podría generar pingües beneficios si se realizara bien, a lo grande. Pienso en empresas que se dedicarían a fabricar falsos recuerdos. Recuerdos de falsos romances. De esta manera, podrían entregar al cliente de turno fotos manipuladas en las que apareciera de vacaciones en alguna isla griega con una rubia despampanante. Así éste podría decir a los amigos: "Esta era mi novia alemana. Yo no entendía nada de lo que decía, pero éramos felices. Se llamaba Inga". También ofrecerían falsos regalos de aniversario, cartas románticas que releer en tardes lluviosas, etc. Todo esto, claro, tiene algo de peligroso, pues se podrían crear melancolías auténticas, ya que la idea es que los falsos recuerdos puedan pasar por reales, de forma que incluso el cliente acabe tomándolos como tales. Imagino al cliente deprimido porque no consigue localizar a ese gran amor que le escribía aquellas cartas. O porque aquel amigo de las fotos con el que por lo visto vivió tan alegres momentos nunca llama. No sé, quizás no sea tan buen negocio después de todo. Al fin y al cabo, la memoria ya se encarga de engañarnos por su cuenta y además lo hace gratis.

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