—Buenos días, vengo por el puesto de suicida de la empresa.
—Perfecto, precisamente acaba de quedar vacante. ¿Tiene usted experiencia?
—No, pero estoy lleno de entusiasmo.
—Creo que eso es contraproducente.
—Estoy más que dispuesto a que me quiten ustedes el entusiasmo y lo sustituyan por la cantidad que requieran de desesperación.
—No sé, ya hay mucha gente desesperada en la calle que nos valdría para el puesto.
—Pero es la suya una desesperación vieja, gastada. La mía será una desesperación potente y nuevecita. Serviría de ejemplo a los otros empleados, que darían gracias por lo que tienen.
—De acuerdo, le haremos un contrato de prácticas y ya veremos.
1 comentario:
Ha desesperado Usted al comentarista aquel antisuicidios, me temo. No entra al trapo, ya.
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