miércoles, 2 de julio de 2008

Apariciones

Estaba yo, como cada noche, intentando dormir y no consiguiéndolo cuando de pronto reparé en la presencia de un extraño en la habitación. Bueno, no era exactamente un extraño, había algo familiar en él. Y algo translúcido y etéreo también, pues muy corpóreo no parecía. Un fantasma, estaba claro, pues era demasiado masculino para tratarse de una aparición mariana.
-¿Quién es usted? –inquirí reuniendo el poco valor que se tiene a oscuras.
-Soy el Espíritu Nacional.
- ¿Y se puede saber qué hace en mi habitación? Yo no le he invitado, no es usted mi tipo.
-Perdone, es que España ha ganado la Eurocopa y me ha parecido un buen momento para manifestarme.
-Pues manifiéstese en la calle, como las personas de bien.
-Ya lo hago. ¿No ha visto las banderas, el colorido? Soy yo, que inflamo los corazones. Pero no es suficiente, tengo que manifestarme también en la intimidad de cada hogar.
-¿Y tiene que ser a estas horas?
-Es que le veía sufrir con el insomnio y me he dicho: si no puede dormir, que al menos tenga Espíritu Nacional. Que sus noches en vela tengan algún sentido patriótico.
-Qué tontería, ¿no?
-No sea tan duro conmigo, usted no sabe lo triste que es manifestarse sólo de tanto en tanto, cuando algún nostálgico del régimen anterior te invoca. Es muy molesto que te invoquen cuando estás ocupado haciendo otra cosa, y encima para aparecer en el hogar de unos fanáticos. Yo me entiendo de una forma más lúdica. ¿No ha visto a los borrachos con las banderas? Así es como me veo yo. Un griterío absurdo, relajación de las costumbres, litros de alcohol corren por mis venas, mujer.
-¿Eso último no lo cantaba Ramoncín?
-Sí, es intertextualidad. Intertextualidad Nacional.
-Ya. ¿Y por qué no se va de una vez a la mierda? Mierda Nacional, claro.
-Es usted un grosero, ¿lo sabe? Ya querrá usted que venga cuando se sienta solo, ya. Pero no vendré, apátrida, que es usted un apátrida. Languidecerá en el ostracismo más absoluto y ni siquiera le servirá la idea de Nación en sus noches solitarias. Me buscará entonces y no me encontrará.
-Bueno, hay otras patrias.
-Pero peores, créame, sé de lo que hablo. Míreme a mí, soy todo alegría de vivir, sol y playa. Paella y toros. Flamenco y siesta. Si hay otra vida, yo ciertamente no quiero conocerla. Soy el Espíritu Nacional, sin mí nada merece la pena. Fíjese en usted, por ejemplo, con ese insomnio suyo que ni es Nacional ni es nada. Un insomnio particular que no se puede compartir salvo para molestar a quien duerma a su lado. Tendría que darle vergüenza.
Y desapareció.

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