—¿Quién es?
—Soy España. Ábrame, por favor.
—¿Para qué? ¿Qué quiere?
—Necesito su ayuda. A cambio, le compensaré generosamente.
—Perdone, pero no me fío de sus intenciones. Históricamente, España sólo me ha dado quebraderos de cabeza.
—Esta vez será diferente, confíe en mí.
—¿Me da su palabra?
—Por supuesto.
—De acuerdo, está bien. Pase, pase.
—Joder, vaya un pardillo.
1 comentario:
Si es que no se puede uno fiar de nadie.
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