Publicado en el número 35 de Obituario.
miércoles, 24 de febrero de 2016
Estos días azules y este sol de la infancia
Todo en mi vida acabó en tragedia, piensa el poeta Antonio Machado, sesenta y tres años, agotado y enfermo en una habitación de hotel en el pueblo costero de Colliure, Francia. Cruel giro del destino morir en la misma tierra extranjera donde enfermó Leonor. No importa lo que ames, no te quedarán más que las ruinas del recuerdo, suspira. También la República muere joven, como su Leonor. En España triunfa la barbarie y en un pequeño pueblo francés muere un gran poeta con el corazón roto. Imagina otra vida, una en la que Leonor nunca enfermó, una en la que la República no fue derribada por un ejército traidor y asesino. Qué gozosa podría haber sido la vida, si la vida hubiera sido otra. Siente un dolor inmenso por lo que no fue. Ser español es esto, piensa: lamentar, al final de la vida, todas las ocasiones perdidas. Hay una crueldad inmensa en la desgracia de nacer español y siente alivio al abandonar por fin esa condición. A partir de ahora no será nada. Camina entre España y la nada y acabarás prefiriendo la nada, murmura. Es más limpia, más justa, más humana. Se apaga la vida y Antonio Machado piensa que no importa, que ya no queda nada por lo que vivir. Todo se perdió. El amor. El país. Justo es que también se pierda la vida.
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1 comentario:
Sí, a veces pienso que la españolidad es una enfermedad incurable. Y le recuerdo que trabajo en ciencia. No le digo ná.
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