«Te diré lo que haremos. Estaré mañana unas horas en el aeropuerto de tu ciudad, esperando entre unos vuelos. Te esperaré en la planta baja, sentado frente a los servicios que hay ubicados junto a la tienda de perfumes. Cuando llegues, nos saludaremos con un gesto, pero seguirás tu camino hasta el interior de los servicios masculinos. Allí, entrarás en uno de los receptáculos y te desnudarás por completo (puedes dejarte las medias, pero sólo si son de rejilla y a medio muslo). Entonces te reclinarás de cara a la pared, mostrándote bien expuesta para cualquiera que entre y me harás una llamada perdida. Puede que tarde un poco, sólo para ponerte algo nerviosa, pero acudiré para follarte con el ansia de tanta ausencia».
Releyó el mensaje que le había enviado el día anterior. No, no se había olvidado de mandarlo. Y ella lo había recibido, que ahí estaba el informe de entrega automático. Sin embargo, se retrasaba, no había señales de ella por ninguna parte. Ninguna pista. Nada. Y se acercaba la hora de embarcar.
Cuando subió al avión, mandó otro mensaje:
«Te diré lo que hice: Fui al cuarto de baño solo, pero no fue tan divertido».
4 comentarios:
lo realmente perjudicial para la salud son las expectativas.
Es que a quién se le ocurre la indelicadeza de citarla en el lavabo de los hombres. Eso es lo que le ha perdido: ella esperaba que se atreviera Usted a meterse en el de las mujeres...
(Por cierto, ¿ha leído alguna vez las pintadas en las paredes de los servicios de las mujeres? Si no, hágalo alguna vez, que va a ver el mundo desde una nueva perspectiva).
Anda que menuda sosa!
Son esas cosas que en las pelos se ven genial pero en la vida real nadie lo hace. Como follar de pie, por ejemplo, muy peliculero pero absolutamente incómodo.
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