Marta se enamoró de un traductor en un congreso de literatura y durante años compró los libros que éste traducía. Le gustaba leer las notas a pie de página para sentirse cerca de él y fantaseaba con encontrarse algún día algo así: «El autor habla de un arroz solar y juega con el parecido entre
sunrice y
sunrise (amanecer), algo intraducible al español. Por cierto, quiero aprovechar esta pausa para decirle a Marta que la quiero». Pero nunca sucedió.
3 comentarios:
Es lo que tienen los amores platónicos, esperar algo que nunca llega.
Mal hecho, por parte del traductor. Con lo que vale Marta...
Pobre Marta. Su fantasía era poco profesional.
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