Uno quisiera despedirse con elegancia, a la manera de Leonard Cohen en You want it darker, pero es muy difícil. Se necesita un raro talento; lo normal es que te despidas con torpeza, improvisando incoherencias o bien atropellándote con el discurso que con tanto esmero habías preparado un rato antes.
Sí, es cierto. Las despedidas suelen ser difíciles, la mayoría hemos pasado por ese mal trago alguna vez.
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