Es uno de esos detalles que no se olvidan. Los dos cafés en la estación de autobuses. Porque el camarero tardaba y cuando llegó con ellos ya no quedaba casi nada para que saliera mi autobús. Y ella dijo: no importa, me tomo yo los dos. Y yo quería decir algo significativo para despedirme —aunque entonces no sabía que era la última vez que la vería—, pero ella no me dejó, se adelantó a mi intento y me dijo que me marchara ya, rápido, que se le daban fatal las despedidas. Y prácticamente me empujó hacia el autobús mientras repetía que me diera prisa, que lo iba a perder. Y así no dije nada y la dejé allí con sus dos cafés.
amo tu blog. definitivamente mi favorito!
ResponderEliminarGñf.
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