Hacia Brescia, para ver los aeroplanos, viajan en automóvil unos desconocidos escritores. Los acompaña, en el asiento de atrás, una chica muy joven, musa de todos ellos y escritora también. Con más talento que la mayoría de los que están en el vehículo, cabría añadir. Uno de los ocupantes del automóvil, sentado junto a ella, intenta seducirla con sus maneras de gran trágico, susurrándole al oído cosas como "tengo en el corazón mil derrotas y ningún amor" mientras le pone la mano en el muslo. Ella sonríe, sabiéndose tentadora, y le da celos: "me ha pedido Emanuele Lombardo que me case con él". "Bah, ese es un futurista", responde el trágico, molesto. Ella ríe. Él se enfurruña y hace como que mira el paisaje. Pero no retira la mano.
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