El lunes leí en uno de los miles de periódicos gratuitos que me dieron (algunas repartidoras se empeñaban en que aceptara el mismo periódico tres o cuatro veces) la opinión de una lectora furiosa ante un artículo que habían publicado anteriormente en el que se mostraban favorables a la legalización de la prostitución. La señora decía que la prostitución era una forma de esclavitud que no se debía permitir, por lo que proponía castigar y encarcelar a proxenetas y
prostitutas. Y es que es evidente, oiga, a los pobres esclavos hay que meterlos en la cárcel por su bien. Y si los matamos también acabamos con la esclavitud.
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