—Ave María purísima.
—Sin pecado concebida. ¿Te sigues tocando?
—Ya no, padre. Hago como me dijo: pienso en el Niño Jesús y se me quitan las ganas. Es un método infalible.
—No creas, a muchos de mis compañeros sólo les funciona si piensan en el Jesús adulto.
Si hubiera dicho "a muchos amigos míos sacerdotes" habría seguido reuniendo puntos para la excomunión. Tch, tch, ay, las oportunidades perdidas.
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