Una casa en Canaán. SARA, una mujer judía, cose afanosamente. Entra ABRAHAM.
ABRAHAM: Sara, dice Dios que matemos al niño.
SARA: ¿Así, de pronto?
ABRAHAM: No le he preguntado si es una decisión meditada, pero me lo ha soltado de sopetón, sí.
SARA: Ya está bien, tienes que plantarle cara alguna vez.
ABRAHAM: ¿Cómo le voy a decir que no a Dios?
SARA: ¿Y qué pasa con los derechos individuales? ¿Y la libre elección?
ABRAHAM: Nada, hay que mantener una relación cordial con Dios, que ya sabes que tiene muy mal carácter.
SARA: Es un matón, eso es lo que pasa.
ABRAHAM: Motivo de más para obedecer.
SARA: ¿Y tenemos que matar al niño ahora? Acabo de fregar.
ABRAHAM: No te preocupes, tengo que subir al monte a sacrificarlo.
SARA: ¡Encima te hace subir al monte! ¡A tu edad!
ABRAHAM: Sí, eso es cierto. Podría subir el niño solo a sacrificarse, que para algo es joven: pero no, me hace subir a mí también.
SARA: ¿Te doy el cuchillo de circuncidar?
ABRAHAM: No, mujer, el otro: el de los sacrificios.
SARA: ¿Y si sustituimos al niño por un cordero? ¿Tú crees que Dios se dará cuenta?
ABRAHAM: Un ser omnipotente tiene buena vista, digo yo.
SARA: Quizá si lo trasquilamos y lo vestimos con la ropa del niño...
ABRAHAM: No insistas, no hay tiempo para argucias: matamos al niño y en paz.
SARA: Yo creo que tendríamos que buscarnos otro dios.
ABRAHAM: ¿Qué?
SARA: No sé, Marduk, por ejemplo, me convence más.
ABRAHAM: Es un dios extranjero.
SARA: No seas xenófobo.
ABRAHAM: Estoy muy mayor para aprender otros rituales de adoración, me quedo con Jehová, que ya lo conozco.
SARA: Te quedas por costumbre con él, vaya base para una religión. Además, ¿no estarás chocheando?
ABRAHAM: ¿Cómo dices?
SARA: Porque a ese dios que nombras tanto sólo lo ves tú. Sólo se comunica contigo. Y te pide cosas extrañas como circuncidar a todos los varones.
ABRAHAM: Ah, lo que me costó convencerlos.
SARA: Y ahora te pide que asesines a tu hijo sin darte ningún motivo válido. El marido de mi amiga Rut también hacía cosas extrañas al cumplir los cien, qué quieres que te diga.
ABRAHAM: Lo que pasa es que estás celosa porque le dedico mucho tiempo a Dios.
SARA: Pues sí, mira. Me parece fatal que estés todo el día por ahí con tu amigo imaginario y luego sólo vengas a casa para circuncidar a los hombres y sacrificar a tu hijo.
ABRAHAM: Bah, no tengo tiempo para esto, ya lo discutiremos luego. Llama al niño, que nos vamos de excursión al monte.
SARA: Claro, lo discutiremos después de matarlo...
ABRAHAM: Y dile que se abrigue, que en lo alto de la montaña refresca un poco.
Le ha dado religiosa. ¿No ha pensado Usted alguna vez que su vocación podría ser la de cura sátiro y pederasta (por ejemplo)?
ResponderEliminarEs un trabajo fijo, lo pensaré.
ResponderEliminar