—Señorita, deténgase un momento. ¿Sabe una cosa? En esta esquina ambienté una parte crucial de mi novela.
—Es lógico, porque una esquina es un cruce.
—No, no me refiero a eso con lo de crucial.
—Tengo que preguntarlo: ¿Y por qué una esquina? ¿Es que su novela va de prostitutas?
—No todas las mujeres que esperan en una esquina son prostitutas.
—Yo lo soy y aquí me tiene.
—Ah, eso facilita las cosas más todavía. Porque yo podría ambientar en esta esquina mi segunda novela, ¿sabe? Y podría salir usted. Sería inmortal. Sólo tendríamos que acostarnos. Un poco. Lo suficiente.
—No está la vida como para hacer descuentos por inmortalidad, cariño.
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ResponderEliminar""Si me quieres tener
ResponderEliminarme tendrás que pagar",
me espetó sin dejar de mascar."
Un saludo.
Buen intento, Flanaghan.
ResponderEliminarJjajaj...ay, lo que hay que hacer a veces por un triste polvo... ¡Se las saben todas!
ResponderEliminarSaludos!
deberías salir de la ciudad. Aquí el ambiente está más viciado que en los mercados.
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