A mí es que me gusta mirarte, le dice él con la convicción de quien no tiene que justificar sus actos. Me gusta mirarte y ya está, remata ante la expresión de incredulidad de la chica, que no se siente especialmente atractiva por las mañanas. Qué raros son los románticos —piensa ella—, no se enteran de nada.
Por eso están en vías de extinción...
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